Palabras sobrantes.
No es secreto que en nuestra cultura, ese grandioso hábito de la lectura no está masificado.
En este país -y muchos otros latinoamericanos- leemos poco, y sin embargo insistimos en llenar de letras, letras y más letras los anuncios que publicamos; y digo letras, porque a veces ni palabras coherentes llegamos a insertar en estos; irónico que se lea poco pero a la vez llenemos los avisos de letras, ¿no creen?.
¿Porqué si sabemos que el mexicano promedio no lee mucho, muchos publicistas dicen que sí a esta pobre táctica cuando un ejecutivo de mercadotecnia insiste en saturar el aviso con palabras a menudo huecas?¿Porqué el encargado de la estrategia publicitaria de la marca se empeña en llenar cada rincón del espacio con palabras que tiene una ínfima probabilidad de ser leídas?¿es acaso esto solo una burda manera de compensar las palabras no leídas en los años acumulados o es inseguridad por no tener una estrategia y/o mensaje claro, relevante y contundente? (nuevamente el caso de “llenemos de cantidad lo que no tenemos de calidad”).
Y cuando hablo de que las palabras sobran, no me refiero a cantidad solamente; vaya, en la historia publicitaria existen excelentes ejemplos de anuncios que casi usan cuartillas enteras que han logrado su cometido de informar y persuadir. No, acá hablo de que las palabras a menudo sobran porque no dicen nada, solo están ahí ocupando espacio, ensuciando la forma y opacando el fondo, colaborando para que el anuncio, ya sea de gráfica, tv, radio o cualquier medio tradicional o digital, sea ignorado y a veces hasta detestado.
Y es que como dijo alguna vez Goethe “se tiende a poner palabras ahí donde faltan las ideas”.
Y para hacerle caso a este alemán, no más palabras de mi parte, al menos por ahora.
Carlos Leal Jiménez
Sr.Smith