Fortaleza, eso que todos tienen y muchos ignoran.
Todos, absolutamente todos, tenemos al menos una fortaleza.
Fuimos mandados a este mundo con algo que ejecutamos si no de manera perfecta, sí con poca dificultad, haciéndolo de manera tan simple que muchos incluso mencionan que para tal cosa somos “naturales”. Esta fortaleza (o fortalezas) se manifiestan como una habilidad física, mental o emocional; como un don, o incluso como una poderosa herramienta.
Lo mismo ocurre con toda marca y organización, aunque acá estas fortalezas se construyen en base a la posición de la firma pero sobre todo, basadas también en las fortalezas de quienes la conforman (el poder de “uno” a partir del poder de “todos”). El caso acá es que no todos (personas y marcas/organizaciones) saben que poseen ese “IT” que las diferencia de manera positiva de los demás, dejando de lado una gran oportunidad de crecer. Y peor aún, muchos otros, aunque saben que tienen “algo” que destaca, no están convencidos que su fortaleza es suficiente para destacar; sí, no creen en lo que tienen y añoran lo que sus competidores sí son o sí tienen, y es ahí donde se origina un efecto negativo, pues al ponerle demasiada atención a las aparentes fortalezas de los de la tienda de enfrente, alimentamos nuestras aparentes debilidades con nuestra inseguridad, mientras que al mismo tiempo mandamos guardar esas fortalezas que tenemos, para en algunos casos no volver a llamarlas al escenario nunca más.
No importa que tu fortaleza no sea la más grande del mundo, es única y útil a tu organización, marca o persona. No la escondas, no la minimices, y sobre todo no niegues que existe. Por más pequeña que parezca, esa fortaleza está ahí para darle músculo a tu estrategia, úsala.
Y si no la has ubicado, es hora de que te cantes las netas y comiences a buscarla, que tu fortaleza está ahí, esperando que con ella comiences a hacer la diferencia